En democracia, callar a fin de evitar roces diplomáticos hoy —ya sea por cálculo político, por eludir críticas o por mantener una imagen amistosa y políticamente correcta— puede contribuir a incubar los conflictos del mañana.
Es necesario alzar la voz para decir que hacer llegar armas a narcoguerrilleros es antidemocrático; cerrar arbitrariamente canales de televisión y radiodifusoras es antidemocrático; intervenir en los procesos electorales de otros países es antidemocrático; fomentar la creación de dictaduras por medio de reformas constitucionales que permitan perpetuarse en el poder es antidemocrático.
Resulta especialmente preocupante el caso de Honduras. No debemos olvidar que, en última instancia, el conflicto fue provocado en gran medida por actitudes injerencistas del proyecto continental populista.
Los demócratas del Continente tenemos el deber de denunciar públicamente los embates contra la democracia —articulados ideológica, organizacional y financieramente— antes de que desequilibren aún más a la región y obliguen a las instituciones a seguir tomando medidas desesperadas.
Esta organización sostiene que, desde el humanismo cristiano, ser demócrata incluye deberes; entre ellos el de ser solidario con quienes ven amenazado su derecho a la democracia. Ser solidario no siempre es fácil pero, como dijo uno de los líderes democristianos históricos más renombrados, hay que elegir el camino del deber aunque sea cuesta arriba.
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